MEMORIA
Tuve, hasta hace bien poco, la costumbre de olvidar todo lo que me hacía sufrir. Así podía seguir caminando sin mirar atrás, huyendo del dolor. Al mismo tiempo escapaba de la alegría, la esperanza, la calidez de los momentos… Pero no me importaba: No quería más dolor.
Y sí, era una trampa; pues con ello iba olvidando lugares, canciones, campos y cielos que no consigo pintar en su color porque quise borrar todo lo que me torturaba. Pero la tortura es, hoy por hoy, no conseguir recordar lo que me hizo quien soy.
Quiero recordar. También sanar lo que me hirió. De ese modo me reconcilio con mi existencia y mi memoria.
Ya no me comportaré como un niño que huye de la oscuridad. Quiero ser el hombre que puedo con las cicatrices que preñan mi corazón. Deseo amar profundamente, sin mentiras, los pilares de mi conciencia, para no negarlos tres veces más.
Anhelo ser el hombre que no añora lo que fue, sino que renueva el compromiso de vivir conforme a lo que dignifica mi existencia.
Y vivir, en espíritu y en verdad, sin laberintos adherido a la piel, la esperanza que renace cada amanecer.