P1360537Oportunidades. Cencerreadas hasta la angustia, nos dicen que hay que aprovecharlas. Sólo se vive una vez.

Bajo este axioma se amparan muchos errores. Es complicado expresarlo pero creo que lo voy a intentar.

Transitar caminos desconocidos para intentar mejorar la vida. Esa intención es loable. Quizá sea interesante aplicarla a ciertos aspectos. Pero hay otros a los que no se puede por cuanto que hay muchas más variables a tener en cuenta.

Me centraré en un hecho que suele marcar de por vida: El matrimonio. Es una institución que se conceptúa como sólida: Algo que otorga estabilidad y sensatez. Yo creo que, sobre el papel, está sobrevalorado. No es que no crea que es importante. Es que me parece que el matrimonio no puede cambiar cosas en plural que, en singular, no somos capaces. Y dos problemas singulares son tan complicados de resolver como uno plural.

Buscamos fuera de casa lo que no encontramos dentro. Cantidad de estímulos nos dicen “The truth is out there”, la verdad está fuera; y picamos: Cedemos a la tentación y la ecuación se va complicando. La variabilidad de las incógnitas va aumentando y se pierden las referencias, los compromisos, las verdades…

Todo se mueve como un mar de mercurio: Pesado y líquido. Sobre él flotan los errores que individualmente cometimos y no hay manera de esconderlos.
Las caricias se visten de lija; la piel tiene el color del plomo, porque el corazón ya no late apenas.

El frigorífico está cubierto por post-its de colores: Todos son peticiones de ayuda; gritos pidiendo perdón por no haber sido capaces de vivir la vida plenamente al vivir otra, a ratos, que nos perjuraba la felicidad perpetua.

No podemos olvidar. No. Sólo nos queda la esperanza. Un whatsapp quedando para tomar algo. Y recomenzar, pues aún queda vida que vivir. Y latidos que llenar de sangre.