curso-creatividad-innovacion-20Fascinante. Me resulta sorprendente cómo se puede comunicar una idea a través de las letras, los acordes, las imágenes y vídeos: Entran hasta la cocina e, indefensos, nos hacen prisioneros de sus argucias, artimañas y triquiñuelas para convencerte de cualquier novedad que, fútil como las olas en las gradas, desaparecen sin dejar rastro.

Y, si para convencerme de que es imposible vivir sin un pulsómetro que te da la previsión del tiempo para los tres próximos siglos e informa de cuándo tienes que cortarte las uñas de los pies, se emplean ingentes recursos y creatividad a cascoporro… digo yo: Pregunto yo: ¿Cuánto tiempo le dedico a preparar cada una de las reuniones, renovar las formas, recomenzar de nuevo mi camino en función del Evangelio?

El síndrome del funcionario se ha instalado en mi comportamiento. Sin faltar a los servidores públicos que hacen que todo funcione como debe ser, me comporto como si supiera todo, omnisiciente, como si estuviera de vuelta del Reino y me codeara con la cremdelacrem de la programación catequética.

Todo lo que vale la pena, necesita su tiempo. Un objetivo a alcanzar necesita su reposo, previsión y ejecución en tiempo y forma. Quizá no sea capaz de crear el universo en siete días. Pero es posible que el parecido con mi padre en lo concerniente a la creatividad, sea una tarea pendiente pero posible.

Una alegría recorre mi corazón cuando se instala la ilusión de hablar de la Esperanza, del Evangelio como buena noticia: La mejor de ellas.