Tantas como personas. O, por lo menos, eso dicen. Y voy a escribir pensando que eso es cierto. Que todos tenemos nuestras propias opiniones; que tenemos fundamentos propios para mantenerlas y que, si hay alguna parecida, es pura coincidencia.

Opino sobre lo divino y lo humano como si tuviera derecho a hacerlo. Hablo sobre cualquier cosa sin ningún pudor porque quiero y puedo. Como cualquiera puede.

Una persona, una opinión, una experiencia, una vida, un criterio: Personal e intransferible que hace que una opinión esté respaldada por toda una vida de verdad.

Quiero verdad como la quiero para todos. Y pueda parecer que desvarío, pero necesito que haya verdad a mi alrededor para dejar de pensar que la vida no tiene contenido y que se resume en una partida de nacimiento y un acta de defunción. Necesito volver a creer que el valor es algo inherente en cada corazón y no un accesorio, un extra del que se puede prescindir. Que haga que éste baile de muertos sea un valle en el cual resucitan los huesos.

Yo pido a Dios que seamos hijos suyos. Hijos de Dios, hijos de rey: Sangre real caminando en este mundo real. Así vivamos una vida digna y consciente y no sea una pesadilla o una cadena de frustraciones. Que esté llena de encuentros y de tropiezos para poder darnos cuenta de que vivimos y sentimos a partes iguales.