Estaba ayer informándome a través de la televisión y sus partes, como decía mi abuela antes de empezar las noticias, cuando saltó:

“Desalojo en Barcelona de un edificio donde habitaban okupas”.

A partir de tan cotidiana rutina, sólo hay que saber que el año pasado hubo 50000 desahucios, se lió la cosa.

Derriban la casa. Con la habitual falta de alma y corazón, el sistema que nos oprime y nos priva de tan productivos y culturales enclaves, volvió a hacerlo. Se puso del lado de los poderosos y nos dejó huérfanos de flores e ideas. Todas quedaron bajo los escombros.

…porque, como protesta ante la brutalidad sistemática de las máquinas, no se demandó honestidad de una manera civilizada ni cortés. No se lanzaron consignas al aire: Cuestiones, preguntas.

No.

Renació el ave fénix de la violencia. Brotó el leviatán que todo hombre lleva dentro y comenzó la lucha: Contra la injusticia, incinerando a los culpables y cómplices cajeros automáticos. Arrancando de cuajo las asesinas señales de tráfico, usadas posteriormente por los adalides de la libertad como arietes: Así nos liberaron de sus perversas consignas en contra del anarquista tráfico.

Las lúgubres miradas de los contenedores diferenciados, castrados por colores; serviles cubículos del explotador reciclaje, se tornaron luz del sol gracias a los iluminados que tuvieron a bien introducirles botellas de vidrio, con un papel empapado en gasolina en su interior. Así, prendida la pira del cambio, parieron el humo negro que nos señalaba un mundo nuevo.

Las aceras eran desdentadas de sus adoquines por la justiciera turba. Con ellos, abrían ventanas en los vidrios que vendían créditos. El aire de la cultura seguiría entrando gracias a tan gráciles actos.

Ante todo esto, lo que se me ocurre pensar es que no han cambiado tanto las cosas. Antes se corría, mucho antes, delante de los grises pidiendo un cambio que nos permitiera pensar fuera de la pecera en la que se había constituido nuestro país. Ahora, los grises, no son los policías: Son las mentes que, incapaces de razonar, que se revuelven contra todo. Ante una injusticia, actúan de la misma manera, la misma irracionalidad. Es el reverso tenebroso de los que protestan contra las tropelías de los poderosos…

Como la canción, “…vencidos y grises mueren”.

Muertos. Los que vomitan la rabia incontenible, inexplicable; que, como la lava por la ladera del volcán, no distingue la roca del árbol, el niño de una farola;

A todos ellos, como decía la poetisa, les dedico mi vasito de leche. Y a dormir.